martes, 5 de abril de 2011

Zozobra

Muy lentamente, casi con parsimonia, se fue cerrando el cielo, negro, sobre sus cabezas; mientras el agua sobre la que yacía, más que navegaba, su bajel, permanecía quieta, inmóvil, como un francotirador a la espera de la señal para apretar el gatillo.
Pasaban los minutos, las nubes amenazaban una terrible tormenta, pero no caía una sola gota. Entonces, y aunque no soplaba viento alguno, la quietud produjo esperanza en los tres tripulantes de la nave, pensaron que el cielo podía abrir en cualquier momento sin haber descargado el agua contenida. Pero los minutos seguían andando cada vez a paso más lento, desesperantemente lento, el tiempo de espera se hacía eterno y las nubes parecían estar cada vez más bajas y más oscuras, por la pesada carga que aparentaban soportar, estaban como atiborradas de muerte, amenazantes. Después de lo que pareció ser un largo tiempo de estática espera, tiempo que ninguno contó pero que rodó lento y pesado sobre sus tímidos atisbos de esperanza extinguiéndolos inexorablemente; de repente los tres dejaron de rezar a los dioses para que el sol se hiciera presente; como en una macabra coreografía cayeron de rodillas empujados por el peso de la desolación, miraron hacia arriba, y con las lagrimas incontenidas mojando sus rostros imploraron al firmamento, sólo una cosa, inmediatez en su castigo.

Me pasé por un día de publicación, pero como nadie había publicado desde el 3, espero que pueda pasar.

5 comentarios:

  1. La zozobra mantenida puede llegar a ser peor el hecho temido.
    Siempre recuerdo una frase que leí por algún lado: 'había esperado tanto, y tan angustiosomante, que parte de mi muerte ya estaba cumplida.'

    Un abrazo David

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  2. Excelente .
    Ilustra claramente como a la mayoría de nuestros sufrimientos podemos evitarlos con no darles cabida en nuestra mente.

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  3. Un micro pesado, en el que estás deseando que por fin pase lo que tenga que pasar y se quite el peso de las nubes. Todo eso se siente al leer
    Abrazos

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  4. Desde luego, David, no hay peor castigo que la propia zozobra de no saber. Un abrazo.

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  5. Patricia, Carlos, Ana y Maite, gracias por los comentarios.

    Este micro lo escribí en la oficina, cuando estábamos inmersos en una época de incertidumbre, esperando a que nos dijeran si ganábamos o perdíamos un concurso del que dependía gran parte del futuro de la empresa. Después de varios meses, nos enteramos del mal resultado, después llegó el paro.

    Abrazos.

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