En el cristal de la ventana, amargan los primeros brotes del almendro. La barra del armario se curva bajo el peso con sabor a hielo de los grises, y el tacto ligero de los azules y verdes que empujan al invierno. Arriba, en un ángulo del techo, la araña enhebra y tira hilo hacia el dintel de la puerta. Escucho mi desgana. El despertador ha dejado de temblar hace rato. Hora de levantarse cambiar la ropa y bajar la araña, me digo. Doy media vuelta y cierro los ojos. Un ratito más.
Un poco de sueño que nos ensueñe aunque sea cinco minutos.
ResponderEliminarBlogsaludos
Despertares poéticos los tuyos.
ResponderEliminarSaludos
Nunca me deperté así, con los sentidos tan alerta; a pesar de la desgana, nunca.
ResponderEliminarNo sé si mis ojos lo verán un día, eso sí, si lo ven; seguro que también me doy media vuelta.
Un beso.
¡Animo, que es primavera! Aunque el madrugar siempre produce una terrible desgana, qué sueño.
ResponderEliminarDebería estar pohibido madrugar, y levantarse temprano, tambien.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo. Lo de madrugar es el horror más grande del mundo.
ResponderEliminarBesos madrugadores para todos.
El tiempo.
ResponderEliminarEse invento comercial de las empresas para regular a los demás.
Aunque ya estando dentro del programa vale el truco de adelantarse aún más temprano, para cafetearse bien y bloguear con lo más fresco de la mente recién despierta , y luego entrar al trabajo ya listo para lo que venga.
Administrar el tiempo es un acto de pericia.
Hoy en día,sí. Gracias por comentar.
ResponderEliminarPar de abrazos.
mmmm qué bien saben esos cinco minutos. Me gusta
ResponderEliminarSaludillos