Según nos decía en clase, a él lo trajo al mundo una cigüeña desde París tras ser engendrado a partir de una semillita que alguien depositó un día en la barriguita de otra persona. Con voz misteriosa, aseguraba también que cada vez que se le caía un diente, un ratón se colaba en su habitación y que a finales de cada año, un hombre gordo y barbudo vestido de rojo bajaba por la chimenea de su casa. Además, afirmaba que por las noches, un señor ya viejo deambulaba por su calle portando a sus espaldas un enorme saco mugriento. Bastaba con mirarle la nariz -según decía- para saber que nunca nos había mentido. Después, como de costumbre, desaparecía sin decir a donde iba mientras el resto de compañeros salíamos corriendo hacia la cantina para saborear el primer bocado del día.
Era un tipo raro, este androide.
Parece que la humanidad quisiera preservar esa hermosa inocencia de la infancia...aunque sea en Androides, Bello Daniel!
ResponderEliminarcuando solo queden los cuentacuentos androides la humanidad habra perdido el calor de sentir la emoción de las palabras contadas por un ser humano. Y qué lástima que lo consideren un tipo raro, no me gustaría que ese fuera nuestro futuro.
ResponderEliminarBesos
Ayyyy, me encantó Daniel :)
ResponderEliminarUn abrazo
Muchas gracias.
ResponderEliminarEste micro fue finalista del Certamen Art Gerust de ciencia ficción.