miércoles, 20 de abril de 2011

El extravío.

                                                                       ¡Qué mucho vale lo que vale poco!

¿Por qué perdió la niña la diadema? - Se preguntaba su madre.
La niña no sabía responder. Corriendo por el parque, mecida en columpios y andando en patinete, la dejó caer por despiste, pero no sabía explicar por qué la extravió.
Con los años aquella diadema perdida que estaba dormida tierra y barro entre las zarzas, fue encontrada por un mendigo. El vagabundo la tomó en sus manos y la arrojó al contenedor de la basura. Para poco valía una diadema sucia y olvidada.
La madre y la niña olvidaron aquel objeto, el pobre también lo olvidó justo después de tirarla al vertedero, pero al brillar el sol entre las latas iluminó una estrella de plástico, polvo y purpurina. Una que sabía cual era su lugar. Nació para hermosear el pelo y esperaba el momento de cumplir su función.
Tal vez hoy, mañana o pasado, peines tu corazón y adornes tu melena con lo que nunca debiste  perder... Tu inocencia, tu sencillez y tu fragilidad.

   

4 comentarios:

  1. Y lo que va echar de menos esa diadema...

    Blogsaludos

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  2. La inocencia y la sencillez, vale. Pero la fragilidad, cuanto antes se pierda, mejor. Aunque solo es mi opinión.

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  3. La belleza de una joya es frágil, es una flor pasajera, pero la belleza del alma es firme y segura.
    La inocencia no tiene que temer...

    saludos

    (Gracias por tu visita, Manuel)

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  4. Adivin yo echo de menos a veces esa diadema.
    Montse la fragilidad es lo que le da fuerza al espíritu. Solo quien sabe aceptar su fragilidad y no teme mostrarla, sólo ese, es fuerte. A esa frágilidad me refiero.
    Lucrecia la belleza del alma es firme, pero en el mundo de carne y hueso es humano sentirse frágil. Esa suavidad nos hace como el junco flexibles y resistentes al viento.

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