Estampó de manera mecánica su firma en el papel. Se terminó de vestir poniéndose la chaqueta de su vestido preferido, el azul de Copenhague. Subió los dos escalones. Miró su reflejo en el cristal del ventanal de su despacho y sonrió con amargura al recordar la fascinación de Julia por las vidrieras. Se apretó con solemnidad militar el nudo a la garganta. Y, con la torpeza propia de quien no ha pateado una pelota en su vida, saltó del banco auxiliar que utilizaba para alcanzar los estantes altos de su biblioteca.
Excelente. Da la impresión de un trozo de una novela de la cual uno quisiera leer más.
ResponderEliminar¿Se suicidó?¿en la biblioteca?¿por qué?
ResponderEliminarEstupendo, David. Una maravillosa narración de algo fatídico, quién sabe por qué... creo que es esencial ese apretarse el nudo a la garganta.
ResponderEliminarAbrazos
Carlos. Gracias. Sí, la verdad es que está planteado como el final de una historia.
ResponderEliminarSaludos.
MA. Sí. Sí. Y no sé por qué, qué motivos puede tener un hombre para suicidarse, muchos, tal vez Julia conozca la respuesta.
Saludos.
Ana. Gracias. La verdad es que sí ese nudo a la garganta, apretado con solemnidad es la clave del micro.
Besos.