Estaba aturdido, por lo que no reconoció a Otelo en aquel moro de lujosa vestimenta. Tampoco a Dorian Gray en el viejo sembrado de arrugas que le preguntó por su retrato. Fueron las batallitas que contaba aquel loco de la palangana en la cabeza lo que restableció su memoria. Recordó que había muerto, hacía ya algunos párrafos, a manos de su autor.
Me ha gustado mucho Pedro.
ResponderEliminarTe felicito por el texto, me apunto tu sitio para visitarte.
Si quieres pasar por el mio es este Que no me canso deser
Un saludo
Gracias, Sucede. Estas invitado a mi blog y cuenta con mi visita al tuyo. Un abrazo.
ResponderEliminarMuy bueno. El fantasma de un personaje que se resiste a marcharse. Me gustó.
ResponderEliminarBesitos
Sara
ESto si es viajar en el tiempo. ¡Que arte!
ResponderEliminarEl autor siempre tiene el destino en su futuro...
ResponderEliminarBicos Pedro
Muy bueno, Pedro. Incluso los personajes pueden tener sus fantasmas.
ResponderEliminarFantasma de fantasma, la sombra de una bruma.
Abrazos
Sara NY: Uno más de los fantasmas que pueblan nuestros escritos. Besos.
ResponderEliminarMA: Todo un viaje literario. El arte reside en esos personajes inmortales que nacieron de una mente y una pluma. Un abrazo.
Carmela: En ese caso, todos somos autores. Bicos.
Patricia: "La sombra de una bruma", qué imagen tan poética. Podría ser el título de una novela de Carlos Ruiz Zafón. Abrazos mil.