Ver a aquellos hombres volar y súbitamente quebrarse, caer y estrellarse contra el suelo, constituía un espectáculo formidable. Un reclamo que atraía a miles de turistas venidos de los lugares más recónditos del mundo. Todos esperaban impacientes el momento en el que los hombres subían a lo más alto de los rascacielos, saludaban a la multitud, se asomaban al abismo y extendían los brazos en cruz. Luego, al son de la música, se arrojaban al vacío. Uno tras otro, sin pausa. La gente enardecida chillaba y aplaudía a rabiar. Pero cada año, sin ninguna explicación, sucedía lo mismo. Una larga hilera de hormigas atravesaba la calle. Obligando a suspender los saltos hasta que la última lograba cruzar y ponerse a salvo.
Agustín Martínez Valderrama
Agus, siempre es un gusto releer relatos tan buenos. Vuelvo a recordar a Klein y a reparar en la hilera de hormigas. Qué imágenes!
ResponderEliminarUn abrazo
Pues si que eran poderosas esas hormigas.
ResponderEliminarUn saludo.
Esos hombres, con ese jolgorio, siempre están igual, año tras año, sin piedad. Para mi pueden hacer lo que quieran, pero podían escoger otro lugar un poco más lejano de donde vivimos.
ResponderEliminarBlogsaludos
Un micro muy visual. Me gustó, Agus.
ResponderEliminarExcelente relato guacamolesco humano.
ResponderEliminarEscalofriante y muy bueno, estremecedor :S
ResponderEliminarihmiset on hassuja, ei osaa lentää kuin unessa mutta osaa pudota ja usein kuolla
ResponderEliminarSaludos, qué buen micro éste.
ResponderEliminarHace un momento leía los finalistas de la Revista Eñe, y me hallé "El Hombre Elefante" de un tal Agustín Martínez, le di google y al toparme con el conocido blog intuí que eras tú. Espero no equivocarme. Entre los finalistas hay muchos muy muy buenos, como el de Lola y el de Espada, -otros bastante colados- pero hasta ahorita, el tuyo es mi favorito.