Amaba su colección. Todas las mañanas, después de desayunar, entraba en el gran salón donde la tenía expuesta, y paseaba lentamente la vista por los frasquitos. Los ojos azules, pardos, grises, verdes, lo miraban desde dentro del formol y le recordaban el cazador en que se convertía al caer la noche, el que salía buscando presas a las que arrancar sus miradas con maestría de cirujano. Los policías lo encontraron muerto en la sala de la macabra exposición. Al leer en voz alta la nota que sujetaba, miraron al fondo, al lugar privilegiado donde estaba el gran frasco, vacío, como las cuencas de sus ojos.
Me ha gustado, la verdad.
ResponderEliminarPero me surge una pregunta: si es frasco está vacío y las cuencas de sus ojos también, ¿dónde están los ojos?
Me he perdido algo??
No me extraña, son las 12:00 y sigo dormida.
Excelente!!!!!!!
ResponderEliminarEstremecedor, imaginar esa macabra colección y de seguro la nota tenia instrucciones para culminar su colección, no podía ser de otra manera sus propios ojos eran el broche de oro. Podría ser el guión de una gran película :) Me ha parecido un gran microrrelato!
ResponderEliminarTerrible, espuluznante y muy bueno Torcuato!
ResponderEliminarBesos
Ufff genial
ResponderEliminarun beso
....y se topó con la horma de su zapato...jeje, siempre me gustaron los finales felices :)
ResponderEliminarMagnífico.
Un abrazo
Me gusta la idea del cazador de miradas, pero no consigo dar con la tecla del desenlace. ¿Qué ha pasado? ¿El cazador cazado?
ResponderEliminar¡Muy bueno! pero debo admitir, Torcuato, que me corrió un escalofrío.
ResponderEliminarTanto atesorar para luego darte cuenta que no has logrado nada, la verdad, a veces merece más la pena reunir sus palabras.
ResponderEliminarBlogsaludos
¡Vaya psicópata! pero con un final justo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ojo. Alguien malentendió lo de :
ResponderEliminarEchenle un ojo al frasco.
Creo que ya lo había leído pero vuelve a impresionarme.
ResponderEliminarSaludillos
Impresionante, Torcuato. Pobre diablo, hay que estar loco para dar los propios ojos por una colección... que ya nunca más podrás ver.
ResponderEliminarme gustó tu relato, besos
ResponderEliminarMe cuesta pillar el desenlace pero aún así el relato es escalofriante. Muy bien contado, Torcuato.
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