Tenía que cambiar de piso. Este ya se le estaba quedando pequeño. Pero le daba pereza. Había que buscar, mirar, remirar y por fin elegir. Pero ya no podía demorarlo más, ya casi no cabía en este. Salió de casa por la mañana, decidido a que hoy lo encontraría. Los rayos de sol acariciaban su espalda, era importante ver a la luz del día su futura casa. Y sí, tras un corto paseo, la encontró: estaba allí, sobre la arena húmeda, las olas la acariciaban una y otra vez. Se enamoró de ella nada más verla. Asomó la cabeza por la puerta y comprobó que no estaba ocupada. Siempre había deseado vivir en un caracol de mar, con esos pinchos tan largos que le daban un aspecto tan exótico, como de casa futurista, y este además tenía unos bonitos colores marrones y beiges. Se metió dentro, y se sentó en el centro de la sala, dejando asomar sus pinzas por la puerta. Hogar, dulce hogar.
(Como a todos los cangrejos ermitaños, le molestaba cambiar de casa al crecer. Sin embargo, esta vez había merecido la pena).
Puri Menaya. El rincón de la bruja de chocolate
Qué lindo Purificación, me ha parecido muy hermoso este cuentecito :)
ResponderEliminarBuen relato cangregráfico.
ResponderEliminarOjalá y tuviésemos esa facilidad para obtener casas de playa.
Gracias Artista
ResponderEliminarCarlos, ya me gustaría a mí una casita así, a pie de playa...
Que bonito!!
ResponderEliminary qué fácil le resultó :)
saludos