lunes, 31 de enero de 2011

La casa que no tenía espejos.

















     Llegó una noche de tormenta, hambriento y desvalido, buscando posada.

     Ya nunca se iría. Aquel discreto muchacho, sigiloso y de pocas palabras, les había llovido del cielo cuando, ya ancianos y ciegos, empezaban a sentir que las fuerzas les fallaban. No le preguntaron de dónde venía, la razón de su hermético mutismo o por qué se negó siempre en redondo a bajar a la aldea. Se quedó para siempre con ellos, en lo más profundo del bosque, llenando el hueco que dejara en sus corazones y en sus anhelos el hijo que nunca tuvieron. Trabajaba sin desmayo, reparó establos y porquerizas y, aunque las bestias se espantaban aún en su presencia, nunca estuvieron mejor atendidas ni tan bien alimentadas.

     El primer aniversario de su llegada le habían regalado un espejo. “Que a nosotros no nos sirvan no quiere decir que tú no puedas usarlos” –le dijeron divertidos. Él, sin decir nada, lo extravió esa misma noche en el desván. No llegó nunca a contarles su secreto.

     Desconfiado por naturaleza, aprendió a quererlos de a poco. Detestaba que lo atropellaran a cada rato en los pasillos y la manía que tenían de manosearle la cara cuando querían “verle con las manos”, pero nunca antes le había aceptado nadie como a un igual ni le había brindado nadie tanta ternura. Allí se encontraba seguro y algo así como feliz. En aquella casa sin espejos. En aquella confortable rutina.

     Pero no se engañaba, siempre permanecía alerta.

     Sólo una vez bajó la guardia y se quedó dormido en el río. Fue entonces cuando por las noches, en la aldea, al amor de las hogueras, empezaron a contarse historias sobre un hombre invisible que rondaba en el bosque las noches sin luna.
 

8 comentarios:

  1. Genial Kum, lo había leído en tu blog. Solo entre ciegos es comprendido el hombre invisible.
    Un abrazo

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  2. Lo digo una vez más y no me canso de decirlo: me encantó Kum*.

    ¿Me autorizás a llevármelo a mi blog? Ya sabés el sistema.
    Un beso

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  3. Excelente, sí. Con un final entre triste y revelador, de los que no se olvidan.
    Enhorabuena y un abrazo

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  4. Sigue emocionándome.
    Saludillos invisibles

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  5. fABULOSO.
    Esperaba que fuése algún congénere del hombre elefante y resultó el grandiosos y único que a veces todos quisiéramos ser : El hombre invisible.

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  6. Bueno es que en el mundo de los ciegos...ser invisible no significa nada :) Abrazos Kum.

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