Cuando todo estaba perdido, y la pobre criatura se debatía entre el aquí y el allá, sonó el teléfono. Era un científico, un viejo conocido, le habló de una posible cura, de las investigaciones llevadas a cabo en su laboratorio, de los progresos conseguidos. Su sonrisa se dibujó por unos momentos hasta que el viejo investigador le dijo que la medicina se hubiera podido fabricar, pero que la especie necesaria para ello se había extinguido hacía unos años.
Conocía bien al bicho palo palmero, quebradero de cabeza durante muchos años, respiró tranquilo cuando le dijeron, hacía años, que por fin se había extinguido y ya podían construir aquél campo de golf donde habitaba.
El karma!
ResponderEliminarUn beso, Anita.
Don temas en el relato, creo yo, primero la investigación y segundo la especulación. Aquí se juntan, habílmente, y el resultado... "alguien perjudicado".
ResponderEliminarMe encantó, Anita. Perfecto.
Un beso fuerte.
Ojalá y todo mundo tuviese oídos para oir y ojos para escuchar.
ResponderEliminarPero lo que sucede es que están viendo y se quedan mirando.
Aparte de un super relato has dado una llamada de alerta .Bravo.
Aunque dificilmente se puede hacer escuchar a quienes se dedican a la crianza de becerros de oro.
Era ojos para ver.
ResponderEliminarDisculpa el lapsus pendejus.
Gracias! Ojalá pudiera pegarle en las narices su propia mierda, pero probablemente se queden mirando como dices Carlos.
ResponderEliminarGracias por vuestros comentarios.
Abrazos
Todos hacemos falta en este mundo hasta el bicho más pequeño y molesto, con el tiempo se verá. Siempre genial Anita.
ResponderEliminarQue cosas...
ResponderEliminarEso pasa por querer ser mas que nadie y no respetar a todo ser viviente.
Bicos.