El primero en caer fue el conejo azul. Unos segundos después, la víctima era el pato. Más tarde, vi caer con horror al cerdo, mi compañero y amigo. El siguiente era yo.
Aterrorizado busqué al culpable de la masacre: estaba sólo a un par de metros y sonreía.
Oí el disparo que tenía mi nombre pero… permanecí en el sitio. ¡El asesino había fallado!
Cuando el mecanismo que me mueve me devolvió a la calle, lo vi por última vez en mi vida. Llevaba en los brazos uno de los premios que se entregan a aquellos que tienen buena puntería. Llevaba en los brazos a la muñeca Chochona, mi novia.
Jeje amores fugaces en el tiro.
ResponderEliminarUn abrazo.
No hay nadie más vil que estos francotiradores de lo cotidiano: rompen las esperanzas y los amores.
ResponderEliminarLa maravilla de la literatura...dejarnos saber qué sienten los pobres muñecos de feria, no tenemos límites a la hora de crear :)
ResponderEliminarme encanta la focalización!! y hssta puedo visualizar la sonrisa ufana del tirador mientras orgulloso se aleja con su trofeo ante el desconcierto total y la pena más absoluta del 'noviecito'. clap clap clap
ResponderEliminarMuchas gracias por los comentarios y las puntuaciones.
ResponderEliminarEn cuanto al texto, nunca tuve buena puntería asi que espero no haber roto el corazón de algún pobre muñeco.
Gracias y un beso.
Luisa, yo tampco tengo buena puntería, así que he podido leer tu micro sin complejo de culpa ja já.
ResponderEliminarUn abrazo
Pobrecitoooooo :(
ResponderEliminares muy bueno
saludos
Nunca sabemos hasta donde pueden llegar las consecuencias de nuestros actos...
ResponderEliminarUn abrazo sin peligro de fallo
En cualquier momento nos ponen en la mira, si por guerroso o par pacifista.
ResponderEliminar