Le agarré de los brazos y zarandeándole le repetí, otra vez, una a una las palabras de la misma pregunta. De nuevo, no obtuve respuesta pero, esta vez, su cuerpo sí reaccionó.
Sus enormes ojos aceitunados se encharcaron de lágrimas y sus cejas adoptaron la posición de la culpabilidad.
Y justo en el momento antes de soltarle, comprendí que lo qué callaba era justo lo que yo no quería oír.
Sus enormes ojos aceitunados se encharcaron de lágrimas y sus cejas adoptaron la posición de la culpabilidad.
Y justo en el momento antes de soltarle, comprendí que lo qué callaba era justo lo que yo no quería oír.
¿Porqué si no quería oir la confesó?
ResponderEliminarAl ver la culpa en sus ojos supo que lo que callaba la heriría. Creo que es la primera vez que te leo, me ha encantdao Ingrid
ResponderEliminarEl rostro, los ojos dicen más que mil palabras.
ResponderEliminarEstupendo Ingrid
Mil gracias por vuestros comentarios !
ResponderEliminarCarlos, en su interior había algo de esperanza..
besos a tod@s y Feliz Navidad !!
La voz, a veces, calla lo que el lenguaje de gestos cuenta.
ResponderEliminarUn beso Ingrid y felicidad también para ti.