Para el vecindario Victoriano era un bicho raro y él tenía claro el porqué. Su prodigioso cerebro funcionaba siempre al límite procesando todo tipo de información, y ahora tenía como hobby el descifrar todos aquellos problemas matemáticos, enigmas y acertijos que a lo largo de la historia se habían mantenido irresolubles. Podría haber pasado a la posteridad como el científico más insigne e incluso haber ganado todos los Premios Nobel posibles; sin embargo vivía casi en la indigencia y sólo era conocido por el estrepitoso ruido que emitían los rebosantes cajones que estallaban casi a diario en su casa.
MIGUEL
MIGUEL
Cuantos genios dormirán en un portal entre algunos cartones!!!
ResponderEliminarCreo que el exceso de inteligencia, muchas veces está cercano a la locura.
Buen micro Miguel!
Anita Dinamtia tienes toda la razón. Hay muchos casos en los que van de la mano.
ResponderEliminarSaludos
No puedo estar más de acuerdo con Anita, y con el reflejo de tu relato.
ResponderEliminarUn abrazo
Montones de genios dando vuelta por el mundo y nadie que se digne a frotar la lampara.
ResponderEliminarUn abrazo.
Buena persona éste Victoriano,quien pudo volar el mundo en pedazos y no lo hizo.
ResponderEliminarMe cae bien gente así.
Me gustó pero no sé si acabo de comprender el giro final de los cajones rebosando...
ResponderEliminarHe dudado sobre si es "irresolubles" o irresolutos"
ResponderEliminarEs la historia de los genios incomprendidos o que simplemente no quieren darse a conocer.
ResponderEliminarIsabel lo de los cajones está relacionado con la idea que me inspiró la historia. Se trataba de un anuncio que decía "no dejes tus ideas olvidadas en un cajón" o algo así.
Por cierto irresoluble o irresoluto, las dos son igual de válidas.
Saludos