Aquí vinimos a descansar. Pero nos jorobó, Raimundo, mi tío catalán. Vino cuando Valeria lo echó. De los gritos histriónicos a los llantos más desconsolados, pasando por carcajeantes muecas. También sinfonías nocturnas: tropiezos con muebles, vasos rotos y maullidos de gato pisado. Porque se trajo el gato. Gato soleto, bizco y despeluchado que te mordía cuando lo mirabas fijamente. Leí en algún lugar que descargar la adrenalina es una solución para conseguir sosiego. Leído y hecho: Mamporro va y viene a la geta de mi tío, gato en mano. Óbito gatuno y calma. Raimundo no molestó más, pero me odia.
Hola tio chau gato, QEPD.
ResponderEliminarUn abrazo.
Siempre son más confiables los perros,y ése gato parece que se gastó sus seis vidas anteriores.
ResponderEliminar