La muerte adora posar en los viejos retratos de familia. Mientras los agitados parientes asienten nerviosos a las instrucciones del fotógrafo sin dejar de vigilar a sus dulces y sorprendidos vástagos recién almidonados, ella se desliza sigilosamente y ocupa su lugar al fondo de la escena. Pero enseguida se cansa, caprichosa y voluble, y salta como luciérnaga loca a los ojos del rollizo bebé, a las poderosas y matriarcales cejas de la abuela Concepción o a los labios secretamente sensuales, Dios la perdone, de la tía Hortensia. Casi nunca encuentra acomodo y en ese incesante y velocísimo zigzag le sorprende el clic del fotógrafo y sale retratada, multiplicada en mil poses diferentes y convertida en poderosa luz que emana del grupo familiar.
Muy inquietante Doc.
ResponderEliminarBienvenido. Has comenzado magistralmente.
Un abrazo.
Es la cruda realidad.Vivir mata.
ResponderEliminarDe ahí que contando con la seguridad de que somos temporales,nos desarrollamos con locura;en lugar de con cordura,si en vez de luchar por una situación individual,estableciéramos algo sólido para todos los que vienen,ya estaríamos en un mejor entorno.
Y eso que la guadaña no tiene perfil bueno.
ResponderEliminarUn abrazo
Gran retrato.
ResponderEliminarBlogsaludos
Hola. ¿Cómo o a quién, o a qué dirección puedo enviar mis colaboraciones? No encuentro un email. Magnifico el blog. Microabrazos GRANDES.
ResponderEliminarPos, si somos lo que no vemos y no morimos, nos matamos y nos matamos unos a otros...IMPACTA.
ResponderEliminarLa muerte persigue a la vida en cada instante. Muy buen cuento, deliciosamente narrado.
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