Pedro, el oculista, ha salido corriendo ante los ojos atónitos y casi ciegos de Cecilia que sin embargo había sentido su miedo. Momentos antes medía su reducida visión con aquella especie de escafandra en la que alternaba cristales cada vez con más aumento: “ce,... e,... ce, ….i,... ele, ...i,... a” (sorprendida ) le aseguro doctor que es lo que veo. No estoy para juegos Cecilia, a ver ahora... (molesto, conoce su humor y su problema desde niña). A ver...“t e ... e ... a ... eme … o..”( avergonzada de lo que acababa de leer).
Isabel González
Isabel González
Muy bueno.
ResponderEliminarFelicidades.
Bien hilado el relato Isabel. Que tengas suerte en el concurso.
ResponderEliminarUn abrazo
jeje, muy ingenioso, me gusta.
ResponderEliminarPrecioso.
ResponderEliminar¿Por qué no me ocurren esas cosas cuándo voy al oculista?
ResponderEliminarBonito cuento, aunque tuve que leerlo por segunda vez para comprender lo que leía en la consulta.
ResponderEliminarSaludos