Qué susto
Llevaba dos días fuera, paseando, pensando en mi matrimonio; en irme, en quedarme.
Encontré al pequeño y su osito. Los cargué en brazos y los llevé a la cama.
La otra cama estaba vacía, en el suelo, arrugado, el pijama del mayor. Y una nota: “me voy”.
Lo busqué durante horas, en el jardín, en el garaje, en el parque, junto al río.
Cuando volví él estaba en su cama, despierto.
-¿A que no estaba cuando has venido? –dijo-. Qué susto, ¿eh? A mí me pasó igual contigo.
Autor: Gabriel de Biurrum
Blog: Propílogo
Sencillamente duro.
ResponderEliminarpobre pequeños sufren las tonteras de los grandes...
ResponderEliminarTrès juste réflexion.
ResponderEliminarListo el muchacho, una buena forma de hacer reflexionar al padre. Espero que consiga su objetivo.
ResponderEliminarMe gustó Gabriel. Saludos.
Pelos como escarpias.
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