Cierto día, el hombre sin zapatos salió a la calle. Pisaba chicles, piedrecillas, escupitajos, colillas resecas. Nada le importaba. Había trabajado duro para fortalecer las plantas de los pies. Cruzó un jardín, subió una colina, bajó a la orilla del río, caminó sobre el puente. Satisfecho de su entrenamiento, entró en el museo. Cuando pisó la primera alfombra, cayó desmayado.
Autora: Virginia González Dorta
Blog: Phoeticblog
Gracias por colgar este relato, pero lamento que el título no sea el adecuado.
ResponderEliminarUn saludo
Ya está cambiado, Virginia.
ResponderEliminarBesos
Gracias.
ResponderEliminarUn beso
Que final!
ResponderEliminarSaludos
David
Nunca estamos suficientemente entrenados para la vida.
ResponderEliminarLo has dicho en pocas palabras.
Besote
Qué buen final.
ResponderEliminar¡Saludos!
Gracias a los visitantes, un abrazo.
ResponderEliminarEs genial este micro. Y el final, conociendo como escribe Virgi, apoteósico. Felicidades Virgi. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias, Tanci, por venir, un beso bien grande.
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