No me llamo Ernesto, sino José y no sé que importancia puede tener un nombre tan común, si no le mezclas con María, claro. Cuando me miro en el espejo no soy Dorian Gray y, aunque me gusta dar largos paseos por la Mancha, nada tengo que ver con Alonso Quijano y no me acompaña Sancho sino mi perro que, para más señas, tampoco se llama Milou. Quizás si ese que escribe mi historia, que no es ni Oscar, ni James, ni Miguel, me hubiese llamado Ernesto otro gallo cantaría.
Puck
Puck
Buen recorrido por todas las posibilidades que la literatura le brinda.
ResponderEliminarEncantador, Puck. Mira que eres...
ResponderEliminarBesos payasos.
Gran enigma siempre ha sido el peso que tienen los nombres.
ResponderEliminarQuedamos revoloteando posibilidades al leer ésto.
De nivel Freudiano en verdad tu relato.
Puck, surrealismo en estado puro, desde el personaje hacia el autor o viceversa, o los dos al mismo tiempo. ¿Al menos sabes cómo te llamas?
ResponderEliminarMe gustó mucho este estilo surrealista.
Abrazos.
Ese que escribe nuestra historia, ¿la estará pensando con un final abierto?
ResponderEliminarQuién sabe...
Muy bueno, Puck.
Saludos.
Cybr, no todas, jeje, quedan muchas posibilidades que en cada cosa que se escribe aparece un personaje, un nombre o muchos jeje
ResponderEliminarKum, gracias, bsts :-)
Carlos, quien sabes lo que podíamos haber sido de llamarnos de otro modo eh?
Nicolás, pues no lo tengo claro, Puck, Mar, Marimar... depende, todo depende
Juanito, espero que sí :-)
Gracias a todos por vuestras palabras
Jejejej lo que puede marcar un nombre...
ResponderEliminarBesos desde el aire
Siento, como tú, que algunos nombres, parezcan anodinos y otros gocen de previo lustre.
ResponderEliminarLO encuentro injusto, porque el tuyo desde ahora lo identificaré con una narrativa surrealista, que me gusta.
Un saludo