Muy cerca del cielo
deambulaba como nutriéndose de las corrientes de aire y del sol. Era lugareño y
conocía a la perfección el entorno que lo rodeaba. Podía reconocer cada
recoveco del río y las sendas de las cabras perdidas en la montaña. Sabía
perfectamente cuando había extraños y entonces se volvía loco. La tarde
avanzaba sobre los cerros reverdecidos con la lluvia. Las formaciones
geológicas propias del terciario parecían vigías de altura, sobresaliendo en la
extensa pampa serrana a cientos de metros de altitud. El automóvil* de los
desconocidos se detuvo, prácticamente en medio de la ruta de ripio poco
transitada. El lugareño revisó la escena con su aguda mirada. Se quedó
tranquilo y partió raudo hacia su morada cuando ya todo entraba en penumbras y
el sol apenas se veía, recortando con sus tenues rayos el perfil de las Sierras
Grandes. En el quieto silencio del atardecer, uno de los pasajeros que acababa
de descender para estirar sus cansadas piernas, gritó: ¡Un cóndor!
*En otros
países de habla hispana, léase: auto, coche o carro.
Magistralmente narrado.
ResponderEliminarPero no les aclares a los amputados cerebrales que automóvil es coche o carro, el leer nos debe llevar solito al entendimiento.
Muy de acuerdo con Carlos,por el texto se puede sobreentender,pero más porque automóvil es más universal que coche o carro.
ResponderEliminarEl texto genial^^
Gracias Carlos de la Parra, buena tu observación. Me alegro que te guste.Un abrazo, amigo. Cuando puedas pásate por No te duermas... hay una descripción que puede interesarte.
ResponderEliminarGracias, Byron. Recibo con beneplácito tu crítica porque es cierta y valedera. También me alegro porque te ha gustado. A ti, que no me conoces, te cuento, que ese paisaje lo he vivido muchas veces. Corresponde a la pampa de altura de Córdoba, argentina. Un saludo cordial.
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