Aunque nos hayan visto eliminarnos los unos a los otros y alegrarnos de la muerte del contrario dando brincos, hemos de decirles que no somos ni racistas ni asesinos. Simplemente obedecemos las reglas del juego y a aquel que nos mira y nos empuja con el dedo.
Sin embargo, en contadas ocasiones, logramos escapar a nuestro cruel destino: cuando el azar nos hace permanecer en casa y sólo somos espectadores pasivos de la frustración de nuestro dictador de turno.
Amarillo, rojo, verde y azul. La vida no es fácil para nadie, independientemente del color del que estés hecho.
Amarillo, rojo, verde y azul. Un juego en el que matamos y morimos mil veces, tras el cual nos encontramos juntos en el cubilete, juntos y sorprendentemente ilesos.
Luisa Hurtado González
Luisa, el parchís, como cualquier juego de mesa, puede ser un entretenimiento fenomenal o un foco de discusiones. Hay gente que no sabe perder ni ganar, y a la inversa, con lo que...
ResponderEliminarMe gustó mucho este micro visto desde la perspectiva de las fichas.
Un abrazo.
"Sorprendentemente ilesos" ese es el quid, me encantó el final. Sorprendente para los guerreros y esperanzador ¿Verdad?
ResponderEliminarAfortunadamente en el parchís no suele llegar la sangre al río. Si acaso algún 'mosqueo' de los que no saben perder :-)
ResponderEliminarUn abrazo.
Me pasa como a Rocío, ese "sorprendentemente ilesos" es el ojo de este huracán.
ResponderEliminar¡Grande, Luisa!
Al igual de nosotros que creemos morir mil veces con "ayuda" del destino y resurgimos una y otra vez.
ResponderEliminarSiempre me he reido con los juegos y no emtiendo a la gente que se enfada.
BICOS.
Jajaja me encanta cuando llego al final y no es para nada lo que había estado pensando.
ResponderEliminarAsí da gusto leer, cuando a uno le cambian los esquemas.
Un saludo.
En mi casa jugábamos el parchís asesino, inventado por nosotros, todo igual pero se valoraba que las fichas fuesen autenticos kamikazes. Pura adrenalina. Absurdo pero genial.
ResponderEliminarEl parchís me ponía en huída cuando llegaba a visitar mis seres adictos a ésta extraña manía; pero en cambio con el cubilete del bar del parque en Morón de la Frontera, debo haber comido una tonelada de pajaritos fritos con Fino Tío Pepe a costillas de los que perdían.
ResponderEliminarSí, me gustó la imagen del cubilete.
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