Creo que nunca he hablado de Agatha Muscat. Si lo hubiera hecho seguramente lo recordaría. Agatha Muscat tenía uno de esos trabajos que se hacen desde casa. Montando bolígrafos. Como era sonámbula, muchas noches se levantaba y se ponía a montar bolígrafos. No ocurría a diario, pero sí frecuentemente. Cuando pasaba esto, se despertaba muy cansada, aunque con la satisfacción de haber hecho todo el trabajo de la jornada. Entonces podía dedicar el día entero a hacer lo que más le gustaba: montar bolígrafos
Jo que triste!
ResponderEliminarUn saludo y buena semana
Triste microrelato.
ResponderEliminarGracias por tu amable comentario en mi blog.
Ya te sigo
Un saludo
Eso es vocación.
ResponderEliminarY si en lugar de escribir seguís montando boligráfos, Agatha. Estás atrasada con la cuota. ¡¡Vamos, vamos, así nunca vas a ascender al puesto de montadora de lápices portaminas!!
ResponderEliminarSi están interesados, también doy cursos de motivación...
ResponderEliminarMuy bueno ese final que explica lo que no se puede explicar. Me ha gustado mucho la voz utilizada, muy fresca.
ResponderEliminarUn saludo.
Muy triste.
ResponderEliminarÉsto demuestra como en dado momento, una obsesión se
ResponderEliminarpuede fundir con la felicidad.
Un retrato con matices clásicos de ciertas verdades absolutas.
Menos mal que le gustaba montar bolígrafos si no qué vida más triste...
ResponderEliminarNo os preocupéis por Agatha Muscat; ella es feliz así, de verdad. Gracias a todos por comentar. Y por leerlo, claro.
ResponderEliminarMe he agotado solo de pensarlo. Y yo que cuando sueño con el curro lo llamo pesadillas jajaja
ResponderEliminarsaludillos
Pues aunque parece triste esta historia creo que no lo es. Debe ser maravilloso pasarse toda la vida haciendo lo que más le gusta a uno. Es peor lo contrario. Por todo ello, mis felicitaciones al autor.
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