Lo veo cuando voy al trabajo. A esa hora, en esta época del año, la vereda es sombría y húmeda y el hombre suele estar sentado en la vereda del hotel cerrado, fumando quizás el primer cigarrillo. Detrás, en la estrechez del nicho sin medidores, su cama: un revoltijo de trapos y bolsas.
De su vida conozco varias cosas: que fue a la universidad, que solía jugar al ajedrez, que vivió muchos años en Estados Unidos, que tuvo esposa pero no hijos; también, que cuida coches, que se baña en la estación de servicio, que los del mercado le dan comida, que desde la primavera vive allí, cerca del Bingo.
¿A que duro hasta las primeras heladas? —desafió, fiel a su vicio, al reportero que lo entrevistó para el diario.
Foto fiel que descubre una de tantas (tantísimas) miserias urbanas.
ResponderEliminarDuro y disfrutable a la vez.
Mis parabienes.
Lo que describes y se ve tan claramente junto a esa vereda es eso precisamente: las personas que han sido expulsadas del camino. Cada vez más frecuente. Aunque esn este caso se trata de un jugador, un apostador, que está perdiendo.
ResponderEliminarRetrato nítido de un momento de vida, en lo externo y en lo interno.
ResponderEliminarLa posibilidad siempre sigue siendo una página en blanco.
Los comentarios anteriores, solo con las palabras que usaron (foto, descripción, retrato) dicen muy bien lo que lográs... una pintura. Muy interesante relato.
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