domingo, 3 de julio de 2011

Dos padrenuestros y tres avemarías

Una sospecha cruzó su mente. Fue justo cuando aquel pájaro se posó encima de la figura del Cristo suplicante y cubierto de harapos. Era una paloma de un blanco níveo, puro… Inocente. Como el chico que acababa de enviar a prisión. El fallo lo tuvo claro nada más verle. Con esa pinta, esos agujeros por toda la cara, esos tatuajes en los hombros, ese pelo y esos pantalones rajados. Parecía que venía de otro planeta. Dónde estaban aquellos jóvenes de antes, con respeto por la normas, por las apariencias. Las pruebas resultaron exculparle pero él no se dejó engañar: su aspecto lo delataba. Estaba seguro hasta hoy… Para quitarse de encima la molesta duda ese día cantó la saeta más sentida de toda la procesión. 

2 comentarios:

  1. Así lava mucha gente su conciencia.
    Con eso arreglan su mal hacer.

    Me gustó.

    Saludos desde el aire

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  2. Vaya juez.
    En la calle está lleno de gente que juzga por las apariencias.
    Éstos no pueden detectar al malvado que se oculta bajo el disfraz de ser un ciudadano genérico más.

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