- ¿Puedo quedarme con sus juguetes?
Sobre la cama, sentado, con la corbata negra aún apretando la garganta. Escuchando a su mujer vomitar en el baño, mezclando saliva con bilis. La luz del cuarto con una bombilla fundida y la lámpara tambaleándose tras ser golpeada por la foto de las últimas vacaciones en la playa. El pasillo infinito abierto ante sus pies y el niño sonriente, con los brazos cruzados, esperando una respuesta. El padre cierra los ojos y señala con el dedo la pared. Ahora está seguro. No fue él quién dejó abierta la ventana.
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ResponderEliminarCreo que es la primera vez que te leo, ha sido un placer.
ResponderEliminarTerrible micro!
Saludos, Alberto
Duro, muy durO.
ResponderEliminarSaludos desde el aire.
Gracias por los comentarios.
ResponderEliminarNos leemos.
Un saludo.
Es la primera vez que te leo y me has puesto la piel de gallina.
ResponderEliminarQue terrible relato. Se me puso un nudo en el estómago...
Un saludo.
¡Que bueno!¡Que duro!¡impresionante!
ResponderEliminarUn mundo de sensaciones en unas pocas líneas: empecé con una sonrisa y terminé con una angustia infinita.
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