El perro de la señora del Bajo B lo miró con cara de lástima. Era la primera vez que un ser humano le robaba la comida. Ni siquiera ladró, ni fue corriendo a los pies de su ama para avisarle del hurto que se estaba cometiendo en el patio. No. Solo se quedó mirando cómo el mendigo de la esquina acababa con su plato de comida para perros. Seguro que sería lo único que comería en todo el día.
Los perros también flipan...
ResponderEliminarMe gustó!!
Saludos!!
Muy bueno el relato. Lo cierto es que el comentario de Sucede es buena forma de mirarlo.
ResponderEliminarUn saludo.
Aún en la comida de perros juega la relatividad, queda abierto que al perro le hubiésen servido un solomillo Wellington o un sirloin con tocino.
ResponderEliminarDe tratarse de croquetas caninas por lo menos, si no tan sabroso, logró ingerir una buena ración de fibra.
Si, algunos perros viven mejor que algunos humanos; pero, precisamente por eso, por malcriados, no creo que donasen su comida.
ResponderEliminarNi eso.
Te había puesto un comentario de proporciones épicas para lo invisible del iceberg contenido en tu cuento.
ResponderEliminarPara economía del tiempo de los lectores, las reparaciones del tiempo de suspensión de los blogs que se dieron en días recientes, los rescataron de leerlo para darse a actividaes más elevadas como la globoflexia.
Abreviando , éste glaciar que no se vé puede tener desde perros alimentados por sirloin, hasta un comercial para croquetas caninas.
Bravo.
¡Uff!
ResponderEliminar¡Qué duro Marialuisa!.
ResponderEliminarHasta el perrillo se dio cuenta de que el mendigo lo necesitaba más.
Un abrazo.
Este microrrelato, nuestro presente.
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