Cuando dejó en una palangana la cabeza y limpió la sangre que goteaba de sus manos en una pica de piedra colmada de agua sucia, entre el público asistente brotaron suspiros, avemarías y algún que otro reniego. Una mujer mayor se desmayó. Para la próxima, pensó Robespierre, deberíamos buscar a alguien más habilidoso para picar los ajos con que aliñar el asado popular del día de la república.
uaaauh! ¿tiene alguna relación con la jornada de reflexión?
ResponderEliminarOdio pelar ajos, terminas con los dedos escocidos.
ResponderEliminarBuen micro.
Saludos desde el aire.