Que ella no era su preferida ya hacía mucho que lo sabía, y más después del tiempo que llevaba padeciendo sus torturas. Era ver unas tijeras, la cinta aislante o el pegamento y se ponía a temblar... podía llegar a hacer barbaridades con esas cosas. Nunca se acostumbró a los tijeretazos en el pelo sin más, a la cinta aislante en su boca, en sus brazos, sus piernas...
Cuando se creyó olvidada y en parte afortunada, vino lo peor... un día sin más se presentó y sin mediar palabra, la decapitó para más tarde tirar cabeza y cuerpo por separado entre los restos de otros muchos que también habían sufrido en silencio... en aquél foso oscuro, ese pequeño cementerio que tenía un pequeño cartelito indicando con letras de colores;
" Mi cajón de los juguetes, sólo mio. Andrea".
Cuando se creyó olvidada y en parte afortunada, vino lo peor... un día sin más se presentó y sin mediar palabra, la decapitó para más tarde tirar cabeza y cuerpo por separado entre los restos de otros muchos que también habían sufrido en silencio... en aquél foso oscuro, ese pequeño cementerio que tenía un pequeño cartelito indicando con letras de colores;
" Mi cajón de los juguetes, sólo mio. Andrea".
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5 comentarios:
Me quedé un rato mirando fijamente éste interesante cuento que puede interpretarse como una versión femenina de la niñez de Jack el destripador.
Bravo.
Muy, muy espeluznante. Me ha gustado.
Leche!, en esta ocasión al que no le llegaba el cuello a la camisa era a mí.
(Crimen) Perfecto!
miedo da, que nadie tenga que sufrir locuras de ningún tipo.
saludos
http://dalecalor.blogspot.com
¡Vaya con la niña! Eso es tener cariño a los juguetes...
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