martes, 12 de abril de 2011

Pena







El escritor había dejado caer su cabeza sobre la destartalada mesa y lucía dormido y babeante. A su lado, un escrito que parecía una carta y junto, una botella de ron vacía. Había bebido del  oscuro envase, del pico nomás, tal vez, para acallar la pena que le corroía el alma. Esa pena tenía un nombre: Ruth

3 comentarios:

  1. Supremo.
    Que exceso de exactitud muestras al mostrar que casi todas nuestras penas del corazón llevan nombre de mujer.
    Gran micro.

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  2. Gracias, Carlos. Un abrazo.

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  3. Como ha dicho Carlos: SUPREMO.

    Me ha encantado la sencillez y la claridad del relato. La brevedad en la que ha logrado decir mucho.

    Un abrazo,

    Andri

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