¡Qué mucho vale lo que vale poco!
¿Por qué perdió la niña la diadema? - Se preguntaba su madre.
La niña no sabía responder. Corriendo por el parque, mecida en columpios y andando en patinete, la dejó caer por despiste, pero no sabía explicar por qué la extravió.
Con los años aquella diadema perdida que estaba dormida tierra y barro entre las zarzas, fue encontrada por un mendigo. El vagabundo la tomó en sus manos y la arrojó al contenedor de la basura. Para poco valía una diadema sucia y olvidada.
La madre y la niña olvidaron aquel objeto, el pobre también lo olvidó justo después de tirarla al vertedero, pero al brillar el sol entre las latas iluminó una estrella de plástico, polvo y purpurina. Una que sabía cual era su lugar. Nació para hermosear el pelo y esperaba el momento de cumplir su función.
Tal vez hoy, mañana o pasado, peines tu corazón y adornes tu melena con lo que nunca debiste perder... Tu inocencia, tu sencillez y tu fragilidad.
4 comentarios:
Y lo que va echar de menos esa diadema...
Blogsaludos
La inocencia y la sencillez, vale. Pero la fragilidad, cuanto antes se pierda, mejor. Aunque solo es mi opinión.
La belleza de una joya es frágil, es una flor pasajera, pero la belleza del alma es firme y segura.
La inocencia no tiene que temer...
saludos
(Gracias por tu visita, Manuel)
Adivin yo echo de menos a veces esa diadema.
Montse la fragilidad es lo que le da fuerza al espíritu. Solo quien sabe aceptar su fragilidad y no teme mostrarla, sólo ese, es fuerte. A esa frágilidad me refiero.
Lucrecia la belleza del alma es firme, pero en el mundo de carne y hueso es humano sentirse frágil. Esa suavidad nos hace como el junco flexibles y resistentes al viento.
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