La vieja casa sobre la colina se recorta en el horizonte como sombra sobre luna llena. A uno de sus lados la silueta de un hombre se aproxima con paso lento hasta la entrada. El portón se abre después a golpe de trueno. El salón, bajo araña enorme de velas, danza en un claroscuro que permite al mayordomo, blanco sobre negro, aproximarse con sigilo hasta el desconocido.
- Ya está usted aquí - inclina la cabeza -. Le espera arriba.
La cara del visitante se ilumina dejando sus ojos un brillo que chispea. Tira el gabán y se dirige con paso firme, taconeando el suelo como un metrónomo, para alcanzar las escaleras. Según asciende pasa junto a cuadros al óleo que recuerdan rostros antiguos, también deja atrás un par de acuarelas que dan frío y un bodegón podrido de tanto quedarse quieto.El pasillo hasta el cuarto se extiende entre dos paredes blancas. Un triciclo, un par de risas y un susurro contaminan el paseo hasta la puerta del fondo.La puerta se abre y las bisagras tiritan por el esfuerzo. Delante, bajo la luz de un flexo metálico, algo se mueve. El hombre extrae la pistola de su bolsillo derecho y estira sobre su rostro el pasamontañas oscuro. Gana los metros necesarios para acercarse al bulto vestido con ropa vieja y sitúa el cañón del arma sobre su nuca. El bulto, al percibir el cilindro frío, se gira despegando las manos del teclado con esfuerzo.
-¿Quién eres? - pregunta.
- Sin duda, el peor de tus géneros.
4 comentarios:
Saludos, buen micro. buen ritmo y mejor ambiente. buen desenlace.
Super final. Al irlo leyendo me llevaba viendo imágenes de una película antigua de Vincent Price.
Muy bien llevado, Alberto. Toda una historia en pocas letras.
Un abrazo.
Gracias a todos por los comentarios.
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