Daniel Galantz es un fantástico humorista gráfico que los que siguen este blog ya conocerán. Para los que no lo conozcan recomiendo que visitéis su blog GALANTZ.

Pues bien, cual fue mi sorpresa cuando hace unos días abrí mi correo y vi un mensaje suyo en el que me enviaba un bonito diseño para El Microrrelatista. Me gustó mucho y es el que podéis ver en la cabecera de esta página.

¡Gracias Daniel!

miércoles, 23 de marzo de 2011

Haciendo cuentas

Escuela



Ocho por tres. Escribo un siete, me llevo tres. El maestro da un rápido vistazo a la tarea. Otra vez todas mal, vocifera. Borro con cuidado, la hoja está a punto de agujerearse. Suena el timbre y se desencadena un estrépito de sillas. Don Eustaquio abre, cachazudo, el periódico, mientras pronuncia los nombres de los que se quedan sin recreo. Cuando se oye el mío, el gordo Tejada, rodeado de sus compinches, me lanza una mirada burlona que no consigue esconder su fastidio: hoy tendrán que tomarla con otro. 

Retomo el cuaderno de cálculo. Ocho por tres veinticuatro, me llevo dos. Los rayos de sol, que se filtran a través de la persiana, dibujan rayas amarillas en la pizarra.

Pativanesca

10 comentarios:

Mónica Ortelli dijo...

jeje La estrategia del débil.
Abrazo

Sergio DS dijo...

y el frustrado maestro satisfecho de dejar a esos niños sin su merecido recreo.
Adjunto al hilo, una referencia respecto a los sistemas educativos:
http://superehore.blogspot.com/2010/11/educacion-y-creatividad.html

Pedro Alonso Da Silva dijo...

Es buenísimo, Elisa. Un retrato maravilloso de un niño inteligente, en las matemáticas y en las estrategias de defensa. Quizás eliminaría la última frase, pero claro, seguro que tiene un sentido que yo no entiendo. Un abrazo.

Unknown dijo...

Bravísimo Elisa!!!!
Inteligencia burla brutalidad, ojalá fuese así siempre.

Besos

Caboclo dijo...

Muy bueno, Elisa: las matemáticas le han salvado, al menos por esta vez. Y no estoy de acuerdo con Pedro Alonso, aunque ya se sabe que el libro de los gustos está por escribir. Yo no eliminaría la última frase. Para mí crea atmósfera, aparte de que se le pueda dar una interpretación simbólica (el sol como libertad, las rayas amarillas como barrotes) paradógica: la falta de libertad o esparcimiento como salvación, o cualquier otra cosa. Ya lo hemos hablado en otra ocasión, pero en los micros también tiene que haber atmósfera, contexto, no sólo acción.
Un beso.

Elisa dijo...

Sí, Mónica, la debilidad nos hace fértiles en recursos. :)

Sergio, tal vez cada vez haya maestros como este, pero haberlos, haylos. Visitaré el enlace.

Ojalá, Pati, ojalá.

Pedro y Caboclo, gracias por vuestras opiniones. Cuando escribí este micro la última frase me vino sola y me gustó, es de esas a las que nunca renunciaría. El comentario de Pedro me hizo pensar en qué transmitía y llegué a la misma conclusión que Caboclo, aunque él lo ha expresado mejor que yo: la luz nos habla simultáneamente del alivio y de la consiguiente pérdida de libertad, las líneas representan una cárcel que también es refugio. Creo con ella se aporta al relato una cierta ambigüedad que lo enriquece. Me encantan este tipo de críticas que me hacen replantearme los escritos, para modificarlos o para reafirmarme en lo que he escrito, según los casos, claro.

Besos a los cinco.

Sibreve dijo...

Está bien la inteligencia sobre la fuerza bruta. Y di que sí, el final muy bueno, quizá no aporte nada al argumento, pero sí al relato, porque le da clima y profundidad.
Saludos

Unknown dijo...

Genialllll Elisa.
Bicossss

puri.menaya dijo...

Muy bueno Elisa. Hay que buscar estrategias defensivas, desde niños. Y qué triste que el profesor no se entere de nada...

Elisa dijo...

Sibreve, me alegra que también a ti te guste el final, sin él para mí el relato pierde mucho. Gracias por comentar.

Besos agradecidos, Carmela.

Puri, tu opinión me interesa, pues tú eres experta en niños. Tienes razón, es triste la actitud del profesor, yo creo que pertenece al pasado, que cada vez hay menos "profesionales" de ese estilo.

Decálogo para escribir microcuentos (Robado de la Escuela de escritores)


1. Un microcuento es una historia mínima que no necesita más que unas pocas líneas para ser contada, y no el resumen de un cuento más largo.

2. Un microcuento no es una anécdota, ni una greguería, ni una ocurrencia. Como todos los relatos, el microcuento tiene planteamiento, nudo y desenlace y su objetivo es contar un cambio, cómo se resuelve el conflicto que se plantea en las primeras líneas.

3. Habitualmente el periodo de tiempo que se cuente será pequeño. Es decir, no transcurrirá mucho tiempo entre el principio y el final de la historia.

4. Conviene evitar la proliferación de personajes. Por lo general, para un microcuento tres personajes ya son multitud.

5. El microcuento suele suceder en un solo escenario, dos a lo sumo. Son raros los microcuentos con escenarios múltiples.

6. Para evitar alargarnos en la presentación y descripción de espacios y personajes, es aconsejable seleccionar bien los detalles con los que serán descritos. Un detalle bien elegido puede decirlo todo.

7. Un microcuento es, sobre todo, un ejercicio de precisión en el contar y en el uso del lenguaje. Es muy importante seleccionar drásticamente lo que se cuenta (y también lo que no se cuenta), y encontrar las palabras justas que lo cuenten mejor. Por esta razón, en un microcuento el título es esencial: no ha de ser superfluo, es bueno que entre a formar parte de la historia y, con una extensión mínima, ha de desvelar algo importante.

8. Pese a su reducida extensión y a lo mínimo del suceso que narran, los microcuentos suelen tener un significado de orden superior. Es decir cuentan algo muy pequeño, pero que tiene un significado muy grande.

9. Es muy conveniente evitar las descripciones abstractas, las explicaciones, los juicios de valor y nunca hay que tratar de convencer al lector de lo que tiene que sentir. Contar cuentos es pintar con palabras, dibujar las escenas ante los ojos del lector para que este pueda conmoverse (o no) con ellas.

10. Piensa distinto, no te conformes, huye de los tópicos. Uno no escribe (ni microcuentos ni nada) para contar lo que ya se ha dicho mil veces.


Envía tus microrrelatos de no más de 200 palabras a elmicrorrelatista@gmail.com. Se irán publicando los mejores.