Eduardo Martín se acercaba al suelo a una velocidad de 128 kilómetros por hora después de haber atravesado el cristal del coche que conducía. Justo antes de impactar contra el asfalto, su vida pasó ante sus ojos. O eso pensó él al principio. No recordamos nuestros primeros años y, de todas formas, esta primera etapa resulta relativamente parecida entre unos seres humanos y otros. Lo que pasó por delante de sus ojos fue la vida de una persona que no era él. Gente que no había visto jamás, lugares que no conocía y sensaciones que le eran de todo punto extrañas. Aquello le desconcertó profundamente. Pero, claro, comoquiera que su cabeza y el resto de su cuerpo terminaron despedazándose al tomar tierra, Eduardo Martín nunca pudo dar cuenta de tan sorprendente incongruencia.
Me gustó mucho. Y creo que, aunque el final es bueno, podías hacer variaciones con esa idea de que ve la vida de otro. En el caso de que no muera el prota se abren infinitos caminos a partir de ahí. Me encantaría leerlas.
ResponderEliminarQuedó super.
ResponderEliminarLograste librarnos del lugar común de los que ven la película de su vida. Que si me preguntas considero son muy estúpidos.
Si ya la vas a palmar ,¿Para que repasas?
Pues es una idea interesante, Elisa. Le daré vueltas. Gracias por el comentario. Y gracias a ti también, Carlos, como siempre.
ResponderEliminarMe apunto a las ideas de Elisa.
ResponderEliminarBlogsaludos
Y si os apetece desarrollar la idea, sobra decir que yo encantado.
ResponderEliminarSaludos, Adivín.
Si la película de nuestra vida ya la conocemos todos... para que recordarla antes de morir?
ResponderEliminarBicos y muy bueno Budoson
Gracias, Carmela. En cualquiera de los casos, como dice el viejo chiste, la putada es que la película es española.
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