lunes, 20 de diciembre de 2010

El viejo cuentacuentos


El cuentista contaba en la calle. Se sentaba apoyado en la pared de la casa, su larga barba blanca reposaba entre las piernas sobre su túnica. Los niños lo rodeaban, sentados en el suelo. El cuentista era ciego, no veía la calle ni a los niños, pero sus ojos contemplaban los maravillosos paisajes de las historias que salían de su boca. Los niños estaban muy quietos, sólo el cuentista se movía, gesticulando, poniendo voces graves o melifluas, serias o divertidas. Los niños sabían que si se movían o hablaban, las palabras del viejo se romperían. Y con aquellas palabras, sus ojos volaban igual que los del ciego hacia lejanos reinos de leyenda. Alrededor de aquel grupo, el bullicio de la vida seguía su curso: gente apresurada, coches, bocinazos, vacas sagradas, bicicletas viejas, vendedores ambulantes. El cuentista creaba una burbuja donde los problemas se aparcaban, donde el agujero en el estómago por el hambre se olvidaba, donde los niños podían sonreír sin que nadie les golpeara. Cuando el viejo llegaba al final del cuento, los niños daban las gracias al hombre sabio y le estrechaban la mano. Luego volvían a pedir una limosna con su taza de hojalata o a limpiar los zapatos de los encorbatados o a cantar una canción triste en la entrada del metro.

6 comentarios:

  1. Hermoso, no pude evitar estar junto a esos niños, escuchando con fascinación al viejo cuentacuentos, a veces sólo la fantasía puede aliviar tanto dolor y pobreza. Extraordinario relato, Felicidades Purificación.

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  2. Benditos cuentos, benditos cuentistas. Ellos consiguen que todos volvamos a ser niños y a dejarnos llevar por la imaginación.

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  3. Intensa dependencia.
    ¿Qué sería de nuestras historias si nadie las llegara a leer?
    Me gustó tu relato.
    Un abrazo

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  4. Ciertamente que cuando no hay alimento para el cuerpo llega a ser suplido por el de la mente.
    Incluso se rumoran sistemas de sobrevivencia en que dá cierta nutrición el mero imaginar que come ciertos alimentos.
    En base a ésto en mi dieta mental no faltan panecillos de caviar beluga con aguacate y Champagne del bueno. Salud por el buen cuento.

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  5. Artistalight, bienvenida al cuentacuentos, siéntate junto a los niños.
    Luisa, yo también adoro los cuentacuentos.

    Bicifelapena,al menos aquí nos leemos unos a otros y nos contamos, esa es la maravilla de internet.

    Carlos, el hambre desgraciadamente vuelve depués del cuento. Y tú lo que eres es un sibarita, yo también comparto tu selección de alimentos para la mente!

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  6. ¡Qué bonito!. También adoro a las personas que saben contar cuentos. Me ha gustado muchísimo.
    Un fuerte abrazo.

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