El escritor, delante de un vaso de whisky, helado de frío y sin agua corriente observa indefenso cómo le quitan también la luz.
La televisión, ya muda, deja de escupir sus matices multicolor, la vida en imágenes que nutría la mente yerma del artista sobre blanco.
- No valgo para nada sin la vida que no vivo- lloriquea.
El escritor suelta un bang! de juguete apoyando su índice sobre la frente. El suelo se llena de tinta hasta confluir en un charco negro que visto de lejos, desde la tranquila pausa del que lo sabe todo real, asemeja un pequeño, diminuto, punto y final.
Me gusta sobre todo el final del cuento, con ese charco de tinta que se conviete en punto final.
ResponderEliminarEn cuanto al escritor protagonista, le diría que ha tenido suerte de que se le apague la tele, pues así irá a buscar la verdadera vida en el mundo y no tendrá que alimentarse de las edulcoradas imágenes que le ofrece la tele.
Muy buen giro final Alberto!
ResponderEliminarUn gusto leerte.
Todavía no logra asimilar que el tronar de la tele es el inicio de excluirse del influjo de los amputados cerebrales que por ahí deambulan.
ResponderEliminarEl problema con los hechos reales es que aumenta la posibilidad de que nadie te los crea.
La ficción sin embargo tiene el respeto de ser obra creativa.
En lo personal detesto la realidad, más no deja de asombrarme.
¿Por qué no ve que al quedarse sin tele siempre le puede proporcionar imágenes la vida?
ResponderEliminarmuy bueno :)
ResponderEliminarEsos dogmas si que han dado lidias; buen texto.
ResponderEliminarLa tragedia de los artistas...Casi nunca podemos mantenernos con nuestro arte. Aún así, seguimos creando, así sea puntos finales :)
ResponderEliminarGracias a todos por los comentarios.
ResponderEliminarA seguir buscando un punto y seguido...
Estupendoooooooooooo
ResponderEliminarbicos.