Claro que pensó en huir, harta de padecer la torpeza de los golpes de esa especie de marido colérico, de pésimo vino y borbotones de sevicia. También pensó en huir cuando su hijo cayera muerto por una bala perdida, entre los cohetes y petardos detonados por los chicos y adultos del barrio, después de transcurridos veinte minutos del año nuevo.
Pensó. Hasta que dejó de hacerlo. Después de veinte años la vieja sigue, loca, letárgica. Sigue huyendo.
Rolando Revagliatti
http://rolandorevagliatti.blogspot.com
Ésta pobre mujer es como ésos pueblos que no entienden que se pueden unir y eliminar a su tirano.
ResponderEliminarEn mi pueblo hay una señora así, camina y camina siempre apurada sin ir a ninguna parte, va andrajosa y con un bolso grande lleno de cosas extrañas... Dicen que era muy trabajadora y buena madre, hasta que un día enloqueció.
ResponderEliminarCuanta tragedia en tan pocas palabras :( A veces por más que quieras, no se puede huir.
Eterna huída pero sin fuelle.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hay muchas personas así, por desgracia, que quieren y no lo hacen.
ResponderEliminarBicos Rolando.