"¿Me quieres?", preguntaba inquieta la reina al rey.
"¡Claro que te quiero!", contestó el monarca. "¿No ves que te protejo para que nada te pase?".
"No, más bien soy yo quien te defiendo de los peligros que te acechan" repuso su consorte. "Dime: ¿Me quieres?".
"¡Por supuesto! Nada más mira todo lo que me sacrifico por ti".
"Yo soy la que me sacrifico constantemente evitando con ello que sufras daño alguno", le respondió la reina. "¿Realmente me quieres?".
"¡Claro que sí! Ya ves que estoy siempre a tu lado".
"Permaneces junto a mí solamente un rato porque en cuanto te es posible, te alejas a refugiarte en tu enroque". "¿De verdad me quieres?".
"¡Seguro! Porque... porque... ¡Te amo!".
Y con esto la reina acepta todos los sacrificios de su codependencia y de su papel sumiso de mujer sufrida. Todo, con tal de ver feliz a su rey.
Héctor Ugalde (UCH)
Curioso este relato, en mi mente se han empezado a mover las piezas, de cuadro en cuadro. Bien desmembrados los movimiento del rey en el ajedrez. Me gustó. Un abrazo.
ResponderEliminarSi, es muy bonito imaginar el diálogo en pleno tablero!
ResponderEliminarAbrazos
Buen ajedrecístico con el paralelo de la pareja humana.
ResponderEliminarMientras el Rey y la Reina, hablaban de sus problemas de amor, las fichas contrarias se acercaban solapadamente...
ResponderEliminarMe gustó mucho Héctor
Buenisimooooo jajaja.
ResponderEliminarVerdad como un templo.
Bicossssssss