Ya suenan los primeros cánticos. La plaza, efervescente, espera el chupinazo que de rienda suelta a los sentimientos más intensos. Cerca de mí, un hombre con la mirada excitada grita con un marcado acento extranjero ¡¡VIVA SAN FERMÍN!! Es uno más de los muchos que deciden no perderse la FIESTA con mayúsculas. En ese momento me echa la mano al hombro en espontánea camaradería, y me dejo contagiar por su admiración al Santo ¡¡VIVA!! respondo yo. Me sonríe, como si echara todo esto de menos desde hace tiempo. Su rostro no me es del todo desconocido y su anticuado atuendo me intriga. Es periodista americano, del Toronto Star, me cuenta. Y se aloja en el Quintana, el hotel de su gran amigo Juanito. Cierro un momento los ojos tratando de pensar dónde le he visto antes, y recuerdo que hace ya más de 65 años que el Quintana no existe. Al abrirlos sólo oigo el estruendo de los cohetes y el tumulto cantando al unísono. A mi lado, un vacío, y a lo lejos unas campanas que doblan, tal vez lo hagan por Hemingway.
Excelente deja vu con 65 años de añejamiento.
ResponderEliminarPrecioso para empezar San Fermín!!!
ResponderEliminarLas emociones no son nuestras, las vamos recogiendo del mundo, donde andan dispersas, como en este caso.
Saludos!
Carlos: así es, y es que tal vez Hemingway eche de menos sus correrías por Iruña
ResponderEliminarAnita: por eso somos ciudadanos del mundo, para ir recogiendo la emociones propias y ajenas.
Un abrazo a ambos