Salvo quizá, por esa gota de sangre visible a través del dorso de su camisa y que caía al suelo como un rosario, nadie podría sospechar que Juan padecía de amor. Le habían clavado un puñal por la espalda y trataba de curar la herida con betadine.
Su mujer siempre le había dicho que nada ni nadie se podrían interponer en sus vidas. Pero se equivocó. Hace un año, ella empezó a sentir una fuerte llamada, del Señor, y ahora vive en el Convento de las Carmelitas.
Su mujer siempre le había dicho que nada ni nadie se podrían interponer en sus vidas. Pero se equivocó. Hace un año, ella empezó a sentir una fuerte llamada, del Señor, y ahora vive en el Convento de las Carmelitas.
Aprovecho para traer al presente, algún micro de hace algún tiempo.
ResponderEliminarUn saludo indio a tod@s
Un relato muy bonito y con un final divertido
ResponderEliminarLos caminos del señor son insondables, inimaginables, insoportables,...
ResponderEliminarBlogsaludos
Las Carmelitas están desesperadas... no aceptaban casadas y ya veis...
ResponderEliminarPeligro? jajaja.
Os lo dice una carmelita pero de nombre eh?
Muy bueno. Bicos