Había muerto sola, en el jardín, mientras nosotros disfrutábamos de las vacaciones. Un amargo sentimiento de culpa rondaba nuestras cabezas como un buitre sobrevolando la carroña. El asfixiante verano había sido sin duda el culpable del óbito. Al enfermar el abuelo, éste nos hizo jurar que la cuidaríamos tal y como él lo había hecho siempre. En nuestra ausencia, confiamos a tía Marga la labor de regar la orquídea, pero su falta de memoria, y este maldito calor…
El verano hace siempre estragos entre las más débiles...
ResponderEliminarLa orquídea quizá prefirió irse con el abuelo.
Saludos
Es muy posible que no resistiera la ausencia de su cuidador natural.
ResponderEliminarUn abrazo, anita
Muy bien, una sorpresa agradable al final.
ResponderEliminarSaludos
Siento mucho la gravedad de la tía Marga,ésa orquídea la hubiésen dejado en el interior con el maldito calor,y hubiésen puesto un robot a cargo del regado;las que me encargaron a mí llevan meses como nuevas y apenas requieren agua
ResponderEliminarBaizabal: Gracias por pasarte y comentar. Un abrazo.
ResponderEliminarCarlos: La tía Marga estaba pensando más en sus cosas que en ls ajenas, que le vamos a hacer, a veces se confía en quien no se debe. un abrazo.