Cenas recalentadas.
La cena se enfriaba en la mesa. Mi madre no escarmentaba y aunque le reiteraba todas las noches que llegaría tarde, ella se empeñaba en esperarme en el sofá, con sueño de papel celofán. Era meter la llave y oír su “cariño, caliéntala en el microondas”. Había días que, con exceso de alcohol, me acostaba sin probar nada, y hasta llegó el momento en que no le hacía ningún caso. Por eso no me extrañó el silencio de aquella noche.
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Aperitivo pasional.
La cena se enfriaba en la mesa mientras nuestros gemidos de placer ponían caliente a todo el vecindario.
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Enfados.
La cena se enfriaba en la mesa y los gritos quemaban nuestras gargantas.
Muy buenos los tres... siempre me gustan los hiperbreves porque llenar tanto con tan pocas palabras parece imposible, y fascinante a la vez.
ResponderEliminarSaludos Torcuato!
Excelente triple versión de lo dramáticos que somos en relación a nuestras cenas.
ResponderEliminarEstaba tan nerviósa, que la cena me comió a mi y después me vomitó.
ResponderEliminarEres genial meniño.
Éste último comentario de Carmela es en sí un micro.
ResponderEliminarQuizás está inaugurando el micro comentario.
Carlos jajajaaja
ResponderEliminarSi sois unos mestres geniales.
Muy buenos Torcuato. Me han encantado. ¿Los presentas a algún concurso? si es así, mucha suerte. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias por vuestras palabras.
ResponderEliminarMaite, los presenté al concurso de la SER pero, normal, sin éxito.
Un beso a todos/as