Cierro mis ojos y recuerdo aquella época de carnavales cuando era niño. Nos juntábamos a la hora de la siesta bajo el intenso sol del verano todos los amigos y formábamos dos ejércitos, enfrascándonos en unas guerras de bombítas, globos pequeñitos que se llenaban con agua y nos servían de granadas, que al explotar en el cuerpo del rival lo empapaba de la cabeza a los pies. Era nuestro juego favorito, parece como si los viera, armando estrategias, defensas y ataques.
Ahora estoy agazapado detrás de un pequeño muro esperando pacientemente que aparezca algún combatiente del ejército rival para descargar mi artillería de agua.
De repente un ruido metálico me distrae por un segundo y un estruendo aturde mis sentidos, una granada explota a mi lado. Siento como la sangre brota de mi cuerpo a borbotones.
Lloro.
Tinta Roja
Es la lástima. La guerra no es un juego y las granadas no son globitos de agua.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Torcuato, la triste realidad de muchos que perdieron la vida en todas estas guerras estutidas.
ResponderEliminarUn abrazo
Ya lo decían en los años sesenta,
ResponderEliminar¿Que tal que hubiese una guerra y nadie se presentara?