Pasaba de paso casi todos los días, por ese lugar
distinto, único, donde los aromas embriagaban y los sutiles sonidos adormecían.
Nunca se había detenido a contemplar la belleza de las pinturas colgadas al
descuido en la pared ni los colores de los tapetes púrpuras y malvas, ni menos
los tapices reproduciendo sagradas figuras. Nunca había imaginado la presencia
celestial del Maestro que todo justificaba. Ese día se detuvo en el doyo y escuchó su palabra. Entró en el
salón y se sentó sobre la alfombra tupida. Aprendió a escuchar y a observar el
Mundo. Se enamoró de la vida.
Muy cierto, Zuni.
ResponderEliminarA veces hay que detenerse para captar el movimiento.
Gracias Carlos por la gentileza en tus palabras.
ResponderEliminarLindo momento aquel en el que aprender a -observar- realmente eso que tantas veces has visto de pasada. La belleza está por todos los rincones; sólo hay que aprender a apreciarla.
ResponderEliminarPoca gente sabe observar de verdad; y lo de escuchar ..., eso sí que es dificilillo... Yo todavía tengo mucho que aprender!
Precioso texto, Un saludo!
maravilloso texto no se de quien es pero me encantó
ResponderEliminarDeteniéndose por un momento
uno puede captar la magia que lo envuelve
brindo por el que escribió esta entrada