lunes, 13 de enero de 2014

Realidad

Puerto Libertad, Misiones, Argentina

Ella tenía los ojos muy claros y, su blonda cabellera larga hasta la cintura, la llevaba recogida en la nuca con un moño rojo impecable. Era la hora del domingo, la que llamaba al paseo por la plaza del pueblo, sombreada por altos y esbeltos, pinos, cedros, gravileas, coquitos y otras especies. Los padres la habían llevado a pasear con su único hermano. A sus  nueve años era toda una señorita. El aire que venía del puerto, sobre el ancho río de aguas marrones, enviaba un fresco agradable y necesario. No era verano pero la única heladería del lugar, no daba a basto con los pedidos.
La tierra roja que circundaba  la populosa manzana  dejaba su huella en los autos modernos, alquilados por turistas en una AVIS  o propios, que circulaban hacia la mina de piedras semi-preciosas. Los muchachones de más de dieciocho años bebían cerveza bien helada y hacían "rancho aparte", lejos de las jovencitas quinceañeras a quienes,  más tarde acosarían. Un ruido de aceleradas, frenadas y gritos turbó la tarde dominguera.

Era una camioneta NISSAN,  blanca, que rauda se llevó la tierra colorada pegada en sus ruedas, junto con aquella niña, a la que todavía sus padres continúan esperando. Sólo pueden contentarse con la fotocopia de su fotografía,  pegada en los vidrios de la Delegación de Prefectura Naval  o en los de Gendarmería Nacional. 

3 comentarios:

  1. Que triste realidad que no tiene fin....! ya me habia quedado por aca Saludos!.

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  2. Duro relato, ese final te abofetea sin previo aviso tras una plácida revisión del ambiente dominguero... Impresiona y duele. Esas cosas, aún pasan y el drama existe.
    Un abrazo

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  3. Gracias por sus comentarios, amigos. En esta parte del mundo ocurre y mucho. . .

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