Pocos pueden atestiguar sobre lo que
realmente ocurrió, hace ya muchos años, en el viejo cinematógrafo del pueblo.
El antiguo propietario –herido esa noche de un disparo, según dicen, al
intentar apagar el proyector- es ahora tan senil que ya no recuerda ni su
nombre. Del puñado de espectadores que sobrevivieron al tiroteo protegiéndose
detrás de las butacas, solo Milton aún sigue vivo, pero se niega a hablar, (lo
cierto es que nunca superó aquel trauma). Y por último, el que antaño fuera
acomodador del cine –quien al parecer presenció toda la escena escondido detrás
de las cortinas-, continúa con su ridículo alegato de que el responsable de los
disparos fue el protagonista de la película.
En el pueblo han de pensar que o fué el, o quedó confundido entre los balazos de la pantalla.
ResponderEliminarQueda sospechoso por igual al lector.
Ese pueblo parece el final de "Malditos Bastardos" de Tarantino.
ResponderEliminartu texto me ha dejado pensando
ResponderEliminarEse acomodador no me gusta nada. La ausencia de propinas puede estar en el trasfondo de ese suceso...todavía no esclarecido.
ResponderEliminarUn cuento donde la ficción entra en otra ficción, la que la describe. Saludos.
ResponderEliminarEnhorabuena!
ResponderEliminarQue maravilla ocurrió en ese cine?