Constancio visitó al hombre que asistía a potenciales suicidas, por quien de enteró de que recién se había inventado un artefacto denominado "El traje de la muerte". No era muy diferente a un traje para bucear, comunmente conocidos como de hombre rana, aunque en vez de fabricarse con neopreno se utilizaba un derivado de polímero muy absorbente de calor, que a quien lo lleváse puesto una hora le causaba muerte por hipotermia, o sea se moría de frío y se aceleraba lo que implica el decéso y el rigor mortis.
Constancio, irónicamente así se llamaba quien ya no quería vivir por sentirse rechazado en amores con Ludivina, una belleza tal, que traía su corazón y su cerebro en permanente angustia al sentirla tan cerca y a la vez tan lejos.
Ésa noche había un baile de gala en el club social y ella aceptó acompañarle. Constancio anticipó que se repetiría el patrón de rechazo que derivaba de cuanta cita llegaron a tener y decidido a evitar un instante más de sufrimiento urdió un plan macabro para inmolarse en presencia de Ludivina.
Debajo del frac se puso el traje de la muerte, el cual curiosamente le dió un aspecto fornido que atrajo la atención del resto de las damas en el baile. Ludivina notó ésto causándole celos, y para retar a las demás se abrazó a Constancio quien además ésa noche había demostrado una rara serenidad y empezó a verlo bajo una nueva luz. Él pegó su mejilla y se entregó a la sensación de enfriamiento que lo capturaba, y dispuesto a morir en brazos de su amada se dejó llevar por pasos de baile flotaditos de tal sutileza que sentía no tocar el piso. Ella arrebatada por ésta música y la presencia galante que la enamoraba y la guiaba en una especie de trance mágico le pidió que la besara, y al terminar el beso glorioso que los elevó a sentirse entre nubes le dijo que quería irse a casa con él para entregarle lo que siempre había deseado.
Llegado éste momento y sintiendo que se le abrían por fin las puertas del paraíso Constancio recuperó el deseo de vivir, y para lograrlo empezó arrancándose el frac y el traje de la muerte que ya lo congelaba.
Ludivina estupefacta al verlo desnudarse delante de todos salió del encanto y le gritó que era un maldito loco, que por quien la tomaba, que ella no estaba dispuesta a tener sexo en público como si fueran perros y salió despavorida y en llanto desatado.
Constancio terminó de desnudarse y se lo llevó una ambulancia psiquiátrica, dicen que lleva horas riéndose.
¡qué suerte que se lo tomó a risa!
ResponderEliminara veces es bueno estar loco...
Me ha gustado mucho el relato Carlos.
ResponderEliminarGracias por escribirlo.
Un beso.
Andrea gracias por comentar,veo que sigues conociendo los mil Méxicos, acá se desarrolln otros tantos de los que se fueron.
ResponderEliminarAmapola, siempre preciosa, cuando hace falta dulzura paso a leer tu blog. Besos.
Pobre Constancio en vez de buscarse un traje para suicidas debería haberse comprado un manual para aprender a entender a las mujeres y luego pasarnoslo a los demás:)
ResponderEliminarPobre Constancio en vez de buscarse un traje para suicidas debería haberse comprado un manual para aprender a entender a las mujeres y luego pasarnoslo a los demás:)
ResponderEliminarDoctor,ya pides mision imposible, podemos querer a las mujeres, entenderlas, ni ellas mismas.
ResponderEliminarFantástico, Carlos, me gustó mucho.
ResponderEliminar¡Saludos!
Un relato muy ameno y simpático.
ResponderEliminarPobre, cuando lo consigue, se estropea todo...
Muchos besos.
Jajajaja.
ResponderEliminar¡Nunca estamos contentos con lo que tenemos, jajajaja!
Salu2, Carlos.
Cierto Dyhego, igualmente saludos.
ResponderEliminarA las mujeres nos cautivan las formas y, el protagonista las descuidó por el estúpido impulso de querer vivir, jaja, si hubiera ido al baño a cambiarse hubieran comido perdices. ¿Acaso superman se cambiaba delante de todos...?
ResponderEliminarUn beso, Carlos.
Sete preciosa, agradezco éste curso intensive acerca de la naturaleza femenina.
ResponderEliminarBesos.