sábado, 27 de julio de 2013

Esa luz. . .


Desde el gran ventanal, la mujer de manos crispadas, miraba el sol morir en el límite rojo del horizonte estepario. No le quedaban fuerzas para sostenerse en la espera. Algunas luces próximas a la costa, la distraían. Recordaba a Manuel Palomino, ese hombre maduro, tan gentil, tan educado, tan ensimismado con su profesión de práctico en el mar. Ningún buque de carga, menos un crucero turístico, podría amarrar si Manuel no daba las indicaciones necesarias para entrar al puerto, en esa inmensa bahía turquesa que deslumbraba con las ballenas en octubre. Hacía muchos meses que él había partido dejando una promesa en oídos de ella. En ese momento, la noche avanzaba oscura cuando de pronto, una luz potente iluminó el cielo. Semejando borbotones rojos, azules, dorados, surgidos de la negrura, tres luces hechas una, cruzaron el éter ahogándose en un mar dormido. “Buen anuncio, Magdalena” dijo su madre y le dio la bendición de las buenas noches.

Los diarios de la mañana siguiente distribuirían la noticia de un hecho nunca visto: Tres estrellas fugaces habían caído en medio de la bahía. También, darían la bienvenida al práctico del puerto, quien recuperado de una larga enfermedad, regresaba del exterior.


5 comentarios:

  1. Zunilda:
    Muy buena historia. Me agradó.
    Un gran abrazo.

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  2. Los elementos te transportan al lugar.
    Demuestra la magia de las palabras.
    Un abrazo.

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  3. Qué romántico!! ese juego de luces es una descripción preciosa.
    Me ha gustao.
    Saludos.

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  4. Gracias,Arturo, Miguel Ángel, Carlos y Maite. En el fondo todos somos románticos. . .

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