Ella, hermosísima hasta rajarse a más no poder. Él, guapísimo, un Adán. Decidieron casarse y tener el bebé más bello. Nueves meses después, con el sorpresivo resultado, se dieron cuenta de que habían olvidado repasar sus árboles genealógicos: uno de sus tatarabuelos, era conocido en la villa con el apodo de Pepe el feo.
Eso les pasó por practicar la genética sin licencia. Jior jior.
ResponderEliminarAunque se quiera, nada es perfecto.
ResponderEliminarUn bico Hector.
Jejejeje, es que, nunca se puede confiar del todo en la genética. Divertido este micro, Héctor. Un abrazo.
ResponderEliminarAlomejor cuando crezca no es tan tan feo el bebe
ResponderEliminarBendita la magia de las palabras, hacen sonreir, llorar, reflexionar y a veces... como en ésta ocasión, morirse de la risa :)
ResponderEliminarBendito el mago que las sabe utilizar :)
Gracias a todos...si hay que reirse, eso nos salva. Abrazos.
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