Aurora guardaba las esquinas de los manteles que recortaba pacientemente.
Clara, torbellino de colores, pasaba al caer el día, volando sobre la mesa, agitando sus brazos, imitando el vuelo de las gaviotas. Desbaratando manteles, esquinas y la paciencia de su amiga. Al tercer vuelo, Aurora lograba enganchar la bufanda con su amiga dentro.
Se fundían en un abrazo y muertas de risa esperaban recogiendo todo, a la enfermera de su módulo y sus dos pastillas rojas, la verde pequeñina y el sobre azul.
Día tras día. Semana tras semana. Año tras vida.
bicefalepena
Enfermedad decorada.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hay realidades que quizá no sean tan malas.
ResponderEliminarUn abrazo
Al menos disfrutaban, a su manera, pero lo hacían.
ResponderEliminarSaludos
Y hasta es posible que fueran en verdad felices.
ResponderEliminarMe ha encantado ese año tras vida. Me gustó el relato. Un beso.
ResponderEliminarTierno, y lleno de humanidad, encantador ese abrazo...me gustó muchísimo, felicidades :)
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